(Por Lilián Solis*) Somos conscientes de lo difícil que le resulta a nuestra cultura y a nuestra sociedad abordar el tema de la sexualidad humana en general, por la carga afectiva llena de prejuicios y tabúes. Aún más difícil resulta cuando se trata de la sexualidad de una persona que sufre una discapacidad.
Por ello, el abordaje de este tema exige una visión global e interdisciplinar, en oposición a los planteamientos excluyentes, o una visión parcial cuando se encara este asunto.
Es necesario contemplar las diferentes dimensiones de la sexualidad humana: biológica / conductual / cultural / psicoafectiva / psicosocial y considerar que una manera positiva de vivirla como ser sexuado va a ser la base de una buena salud y calidad de vida de los diferentes miembros de nuestra sociedad, sin distinción de sexo / edad / características especiales o modo de vivir la propia sexualidad. Y es que, las personas que tienen alguna discapacidad pertenecen a una de las minorías a las que se les ha negado por sistema toda posibilidad de resolver sus necesidades afectivas y sexuales.
Si hacemos un repaso histórico podemos decir que hasta los años 50-60 del pasado siglo, las personas con discapacidad vivían segregadas en la familia o en instituciones, y sin ninguna relación con personas del otro sexo que no fueran la familia o los profesionales.
Desde los primeros años de vida necesitamos relacionarnos con otras personas que no sean de nuestra familia y con personas de nuestra edad.-.
En los años 80-90 comienzan a elaborarse programas de educación sexual dedicados a la información y a la prevención de los riesgos asociados a la actividad sexual de las personas con discapacidad.
La conciencia de que muchas personas con discapacidad sufren abusos sexuales acentuó el énfasis en la educación preventiva.
En nuestra sociedad se habla de normalidad e integración escolar, laboral, excepto en el momento de admitir que los discapacitados tienen instintos, deseos y vida sexual. Cuando daban señales de algún interés de carácter sexual, eran tratados como si no fueran normales sus deseos sexuales. Incluso se llegó a plantear recientemente medidas drásticas como la esterilización sistemática de las personas que sufren deficiencia.
Debemos pensar en un modelo de intervención que parta del respeto por la persona discapacitada, incluyendo en ésta sus relaciones familiares. Desde un enfoque profesional se le deben ofrecer posibilidades de resolver sus necesidades interpersonales y también, si fuera su decisión, las de intimidad sexual. La seguridad emocional, de saberse aceptado y protegido de manera incondicional, o el saberse digno de ser amado y capaz de amar constituyen la primera y más fundamental de las necesidades interpersonales.
La necesidad de tener amigos, comienza desde los primeros años de vida y la necesidad de relacionarnos con personas diferentes.
El ser humano siente la necesidad del contacto corporal, tocar y ser tocado, acariciar y ser acariciado, abrazar y ser abrazado y de intimidad emocional, necesidad de expresar, entender y compartir emociones, necesidad que se resuelve, desde la infancia a la vejez, con los padres, familiares, amigos, pareja e hijos. Las personas con discapacidad resuelven esta necesidad con los padres y las personas que les cuidan. Pero es frecuente que no puedan resolver sus necesidades de intimidad afectiva y sus necesidades sexuales más explícitas..
Las limitaciones propias, la sobreprotección familiar, la carencia de entornos en los que relacionarse con los iguales, el no reconocimiento de su necesidad de intimidad sexual, hacen difícil, cuando no imposible, el que las personas con discapacidad tengan una verdadera vida interpersonal.
* Directora del Instituto Garabatos. Licenciada en Educación Especial.
Por ello, el abordaje de este tema exige una visión global e interdisciplinar, en oposición a los planteamientos excluyentes, o una visión parcial cuando se encara este asunto.
Es necesario contemplar las diferentes dimensiones de la sexualidad humana: biológica / conductual / cultural / psicoafectiva / psicosocial y considerar que una manera positiva de vivirla como ser sexuado va a ser la base de una buena salud y calidad de vida de los diferentes miembros de nuestra sociedad, sin distinción de sexo / edad / características especiales o modo de vivir la propia sexualidad. Y es que, las personas que tienen alguna discapacidad pertenecen a una de las minorías a las que se les ha negado por sistema toda posibilidad de resolver sus necesidades afectivas y sexuales.
Si hacemos un repaso histórico podemos decir que hasta los años 50-60 del pasado siglo, las personas con discapacidad vivían segregadas en la familia o en instituciones, y sin ninguna relación con personas del otro sexo que no fueran la familia o los profesionales.
Desde los primeros años de vida necesitamos relacionarnos con otras personas que no sean de nuestra familia y con personas de nuestra edad.-.
En los años 80-90 comienzan a elaborarse programas de educación sexual dedicados a la información y a la prevención de los riesgos asociados a la actividad sexual de las personas con discapacidad.
La conciencia de que muchas personas con discapacidad sufren abusos sexuales acentuó el énfasis en la educación preventiva.
En nuestra sociedad se habla de normalidad e integración escolar, laboral, excepto en el momento de admitir que los discapacitados tienen instintos, deseos y vida sexual. Cuando daban señales de algún interés de carácter sexual, eran tratados como si no fueran normales sus deseos sexuales. Incluso se llegó a plantear recientemente medidas drásticas como la esterilización sistemática de las personas que sufren deficiencia.
Debemos pensar en un modelo de intervención que parta del respeto por la persona discapacitada, incluyendo en ésta sus relaciones familiares. Desde un enfoque profesional se le deben ofrecer posibilidades de resolver sus necesidades interpersonales y también, si fuera su decisión, las de intimidad sexual. La seguridad emocional, de saberse aceptado y protegido de manera incondicional, o el saberse digno de ser amado y capaz de amar constituyen la primera y más fundamental de las necesidades interpersonales.
La necesidad de tener amigos, comienza desde los primeros años de vida y la necesidad de relacionarnos con personas diferentes.
El ser humano siente la necesidad del contacto corporal, tocar y ser tocado, acariciar y ser acariciado, abrazar y ser abrazado y de intimidad emocional, necesidad de expresar, entender y compartir emociones, necesidad que se resuelve, desde la infancia a la vejez, con los padres, familiares, amigos, pareja e hijos. Las personas con discapacidad resuelven esta necesidad con los padres y las personas que les cuidan. Pero es frecuente que no puedan resolver sus necesidades de intimidad afectiva y sus necesidades sexuales más explícitas..
Las limitaciones propias, la sobreprotección familiar, la carencia de entornos en los que relacionarse con los iguales, el no reconocimiento de su necesidad de intimidad sexual, hacen difícil, cuando no imposible, el que las personas con discapacidad tengan una verdadera vida interpersonal.
* Directora del Instituto Garabatos. Licenciada en Educación Especial.
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