La posibilidad de escribir nuestra historia junto a otros, ampliándola con el resultado de las interacciones que diariamente nos desafían a comunicarnos en lenguas distintas, en códigos abiertos a la experiencia de la vida, y cultivan nuestro pensamiento, hacen de la realidad un patrimonio tangible, no solo heredado, ni tampoco entero sin nosotros. En esa geografía de las interacciones, también aquellas digitales, con capital en la comunicación y el aprendizaje, como trampolín que nos conduce al universo de lo posible, como un vínculo, las virtudes más humanas afloran ansiosas de acortar distancias entre lo vivido y lo ignorado, y marcha con fuerza la esencia de la vitalidad en el conocimiento y en la construcción del saber ya no como una sencilla razón instrumental para el gobierno de las ideas, sí como una gota en el mar de la vida en abundancia y permanente cambio. Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura -United Nations Educ