La posibilidad de escribir nuestra historia junto a otros, ampliándola con el resultado de las interacciones que diariamente nos desafían a comunicarnos en lenguas distintas, en códigos abiertos a la experiencia de la vida, y cultivan nuestro pensamiento, hacen de la realidad un patrimonio tangible, no solo heredado, ni tampoco entero sin nosotros.
En esa geografía de las interacciones, también aquellas digitales, con capital en la comunicación y el aprendizaje, como trampolín que nos conduce al universo de lo posible, como un vínculo, las virtudes más humanas afloran ansiosas de acortar distancias entre lo vivido y lo ignorado, y marcha con fuerza la esencia de la vitalidad en el conocimiento y en la construcción del saber ya no como una sencilla razón instrumental para el gobierno de las ideas, sí como una gota en el mar de la vida en abundancia y permanente cambio.
Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura -United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization- (UNESCO), aún señala que el 90% de los niños con discapacidad no asiste a la escuela y en su tasa mundial de alfabetización de adultos con discapacidad que solamente llega al 3% y al 1% en el caso de las mujeres con discapacidad.
Y que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -Organisation for Economic Co-operation and Development-, en los países de la OCDE, los estudiantes con discapacidad siguen estando subrepresentados en la enseñanza superior, pese a que su número va en aumento.
En el artículo 24 de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, las Naciones Unidas reconocen el derecho de las personas con discapacidad a la educación: con miras a hacer efectivo este derecho sin discriminación y sobre la base de la igualdad de oportunidades, y compromete a los Estados Partes a asegurar un sistema de educación inclusivo a todos los niveles, así como la enseñanza a lo largo de toda su vida.
Para ello, los estados se comprometen a desarrollar plenamente el potencial humano y el sentido de la dignidad y la autoestima y reforzar el respeto por los derechos humanos, las libertades fundamentales y la diversidad humana; y a desarrollar al máximo la personalidad, los talentos y la creatividad de las personas con discapacidad, así como sus aptitudes mentales y físicas.
Pero, también, se comprometen a hacer posible que las personas con discapacidad participen de manera efectiva en una sociedad libre.
Esto garantiza a las personas con discapacidad acceso al sistema general de educación, a enseñanza gratuita y obligatoria, a educación primaria, secundaria y superior inclusiva, de calidad y gratuita, a formación profesional para adultos, sin discriminación, y a que se hagan ajustes razonables en función de sus necesidades individuales.
Además, asegura apoyo necesario a las personas con discapacidad, en el marco del sistema general de educación, para facilitar su formación efectiva, y que se faciliten medidas de apoyo personalizadas y efectivas en entornos que fomenten al máximo el desarrollo académico y social, de conformidad con el objetivo de la plena inclusión.
La Convención es un instrumento de Derechos Humanos con una dimensión explícita de desarrollo social. En ella se reafirma que todas las personas con cualquier tipo de discapacidad deben poder disfrutar de todos los derechos humanos y libertades fundamentales en igualdad de condiciones con las demás personas.
En ella, se aclara y precisa cómo se aplican todas las categorías de derechos a las personas con discapacidad, y se indican las esferas en las que han de introducirse adaptaciones para que las personas con discapacidad puedan ejercer en forma efectiva sus derechos y en las que se han vulnerado o es necesario reforzar la protección de esos derechos.
Según Naciones Unidas, alrededor del 10% de la población mundial, o sea 650 millones de personas, vive con una discapacidad. Constituyen la mayor minoría del mundo. Esta cifra está aumentando debido al crecimiento de la población, los avances de la medicina y el proceso de envejecimiento, dice la Organización Mundial de la Salud -OMS-.
Pero en los países donde la esperanza de vida es superior a los 70 años, en promedio alrededor de 8 años o el 11.5% de la vida de un individuo transcurre con incapacidades.
El 80 % de las personas con discapacidad vive en países en desarrollo, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo -PNUD-. Y en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -OCDE-, las tasas de discapacidades son notablemente más altas entre los grupos con menores logros educacionales.
Existen formas de hacer universal la construcción del pensamiento humano. Contextos nuevos, nuevos significados, nuevos parámetros, nuevas expectativas, nuevas necesidades y valores, nuevas oportunidades, nuevas subjetividades, nuevas formas de saber cómo construimos nuestro propio yo y lo hacemos visible. Solo es cuestión de aferrarse a cada desafío.
En esa geografía de las interacciones, también aquellas digitales, con capital en la comunicación y el aprendizaje, como trampolín que nos conduce al universo de lo posible, como un vínculo, las virtudes más humanas afloran ansiosas de acortar distancias entre lo vivido y lo ignorado, y marcha con fuerza la esencia de la vitalidad en el conocimiento y en la construcción del saber ya no como una sencilla razón instrumental para el gobierno de las ideas, sí como una gota en el mar de la vida en abundancia y permanente cambio.
Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura -United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization- (UNESCO), aún señala que el 90% de los niños con discapacidad no asiste a la escuela y en su tasa mundial de alfabetización de adultos con discapacidad que solamente llega al 3% y al 1% en el caso de las mujeres con discapacidad.
Y que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -Organisation for Economic Co-operation and Development-, en los países de la OCDE, los estudiantes con discapacidad siguen estando subrepresentados en la enseñanza superior, pese a que su número va en aumento.
En el artículo 24 de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, las Naciones Unidas reconocen el derecho de las personas con discapacidad a la educación: con miras a hacer efectivo este derecho sin discriminación y sobre la base de la igualdad de oportunidades, y compromete a los Estados Partes a asegurar un sistema de educación inclusivo a todos los niveles, así como la enseñanza a lo largo de toda su vida.
Para ello, los estados se comprometen a desarrollar plenamente el potencial humano y el sentido de la dignidad y la autoestima y reforzar el respeto por los derechos humanos, las libertades fundamentales y la diversidad humana; y a desarrollar al máximo la personalidad, los talentos y la creatividad de las personas con discapacidad, así como sus aptitudes mentales y físicas.
Pero, también, se comprometen a hacer posible que las personas con discapacidad participen de manera efectiva en una sociedad libre.
Esto garantiza a las personas con discapacidad acceso al sistema general de educación, a enseñanza gratuita y obligatoria, a educación primaria, secundaria y superior inclusiva, de calidad y gratuita, a formación profesional para adultos, sin discriminación, y a que se hagan ajustes razonables en función de sus necesidades individuales.
Además, asegura apoyo necesario a las personas con discapacidad, en el marco del sistema general de educación, para facilitar su formación efectiva, y que se faciliten medidas de apoyo personalizadas y efectivas en entornos que fomenten al máximo el desarrollo académico y social, de conformidad con el objetivo de la plena inclusión.
La Convención es un instrumento de Derechos Humanos con una dimensión explícita de desarrollo social. En ella se reafirma que todas las personas con cualquier tipo de discapacidad deben poder disfrutar de todos los derechos humanos y libertades fundamentales en igualdad de condiciones con las demás personas.
En ella, se aclara y precisa cómo se aplican todas las categorías de derechos a las personas con discapacidad, y se indican las esferas en las que han de introducirse adaptaciones para que las personas con discapacidad puedan ejercer en forma efectiva sus derechos y en las que se han vulnerado o es necesario reforzar la protección de esos derechos.
Según Naciones Unidas, alrededor del 10% de la población mundial, o sea 650 millones de personas, vive con una discapacidad. Constituyen la mayor minoría del mundo. Esta cifra está aumentando debido al crecimiento de la población, los avances de la medicina y el proceso de envejecimiento, dice la Organización Mundial de la Salud -OMS-.
Pero en los países donde la esperanza de vida es superior a los 70 años, en promedio alrededor de 8 años o el 11.5% de la vida de un individuo transcurre con incapacidades.
El 80 % de las personas con discapacidad vive en países en desarrollo, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo -PNUD-. Y en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -OCDE-, las tasas de discapacidades son notablemente más altas entre los grupos con menores logros educacionales.
Existen formas de hacer universal la construcción del pensamiento humano. Contextos nuevos, nuevos significados, nuevos parámetros, nuevas expectativas, nuevas necesidades y valores, nuevas oportunidades, nuevas subjetividades, nuevas formas de saber cómo construimos nuestro propio yo y lo hacemos visible. Solo es cuestión de aferrarse a cada desafío.
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