Con un llamado al pueblo cubano que podría ser extensible al mundo entero la recien premiada con el titulo Casa de las Américas Zuleica Romay aboga por políticas culturales que enfrenten hoy estereotipos y conductas racistas.
"En la adultez, y con los estudios -concluyó Romay-, me di cuenta de que aquel sobrenombre cariñoso reflejaba la existencia y reproducción en la sociedad de un prejuicio", señaló.
Tras recibir el lauro, la autora de Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad afirmó a Prensa Latina que la conformación de esta obra le permitió constatar la reproducción de prejuicios raciales a través de procesos socio-culturales que a menudo fluyen encubiertos.
"Traté de comprender por qué a pesar del proceso de transformación social de la Revolución cubana, perviven estereotipos inferiorizantes -dijo-, pues creo que la sistematización de nuestras experiencias a través de las ciencias sociales beneficiará a todos los latinoamericanos y caribeños", explicó.
La investigadora -actual presidenta del Instituto Cubano del Libro- manifestó que no se trata de un libro autobiográfico, aunque narra anécdotas personales con el objetivo de fundamentar sus tesis: "pienso que sobre estos temas, en los que la sociedad busca respuestas a sus problemáticas más complejas, el intercambio es imprescindible", destacó.
Romay aseguró que para escribir el texto fue preciso nutrirse de la mayor cantidad de sistematizaciones posibles: Historia de Cuba y los clásicos del pensamiento social de la isla, en especial el antropólogo Fernando Ortiz; pero también las reflexiones de otros ámbitos hemisféricos (Brasil, Colombia, Perú, México) y los informes de organismos internacionales.
La estudiosa -quien calificó el Premio Extraordinario de Casa del más relevante de su corta carrera literaria- manifestó a la prensa su interés por desentrañar los denominadores comunes que condicionan las manifestaciones de prejuicio y discriminación racial en América Latina y el Caribe.
Con este libro, que costó cuatro años de escritura y casi uno de labor sobre el terreno, compartiendo con cubanos increíbles de todas las edades y estratos sociales -indicó la intelectual-, aspiro a hacer una pequeña contribución en la lucha que desde el triunfo revolucionario de 1959 se lleva a cabo en Cuba por la igualdad y la plena justicia social.
Reveló, además, el enigma del título de su obra: altea era una especie de confitura revestida de chocolate, con crema blanca por dentro, muy popular en Cuba en la década del 80 del pasado siglo.
"En la adultez, y con los estudios -concluyó Romay-, me di cuenta de que aquel sobrenombre cariñoso reflejaba la existencia y reproducción en la sociedad de un prejuicio", señaló.
Tras recibir el lauro, la autora de Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad afirmó a Prensa Latina que la conformación de esta obra le permitió constatar la reproducción de prejuicios raciales a través de procesos socio-culturales que a menudo fluyen encubiertos.
"Traté de comprender por qué a pesar del proceso de transformación social de la Revolución cubana, perviven estereotipos inferiorizantes -dijo-, pues creo que la sistematización de nuestras experiencias a través de las ciencias sociales beneficiará a todos los latinoamericanos y caribeños", explicó.
La investigadora -actual presidenta del Instituto Cubano del Libro- manifestó que no se trata de un libro autobiográfico, aunque narra anécdotas personales con el objetivo de fundamentar sus tesis: "pienso que sobre estos temas, en los que la sociedad busca respuestas a sus problemáticas más complejas, el intercambio es imprescindible", destacó.
Romay aseguró que para escribir el texto fue preciso nutrirse de la mayor cantidad de sistematizaciones posibles: Historia de Cuba y los clásicos del pensamiento social de la isla, en especial el antropólogo Fernando Ortiz; pero también las reflexiones de otros ámbitos hemisféricos (Brasil, Colombia, Perú, México) y los informes de organismos internacionales.
La estudiosa -quien calificó el Premio Extraordinario de Casa del más relevante de su corta carrera literaria- manifestó a la prensa su interés por desentrañar los denominadores comunes que condicionan las manifestaciones de prejuicio y discriminación racial en América Latina y el Caribe.
Con este libro, que costó cuatro años de escritura y casi uno de labor sobre el terreno, compartiendo con cubanos increíbles de todas las edades y estratos sociales -indicó la intelectual-, aspiro a hacer una pequeña contribución en la lucha que desde el triunfo revolucionario de 1959 se lleva a cabo en Cuba por la igualdad y la plena justicia social.
Reveló, además, el enigma del título de su obra: altea era una especie de confitura revestida de chocolate, con crema blanca por dentro, muy popular en Cuba en la década del 80 del pasado siglo.
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