La doctora cubana Mabel Whilby, especialista en Psiquiatría infanto-juvenil, aclara que esa imagen no se corresponde con la realidad, es más bien un mito, pues las personas con autismo pueden tener coeficientes de inteligencia tanto normales, subnormales como altos, y la mayor parte suele presentar deficiencias intelectuales.
"El asunto es que cuando un autista tiene una capacidad o talento, cosa que sí sucede en ciertos casos, es capaz de desarrollarlo hasta niveles insospechados porque su condición lo convierte en una persona muy obsesiva y repetitiva en sus comportamientos y ocupaciones", argumentó en entrevista con Prensa Latina.
¿Eso quiere decir que la mayor parte de quienes tiene este padecimiento está simplemente destinada a vivir como en otro mundo muy distante, sin otras implicaciones?
Tampoco, responde Whilby, porque con ayuda especializada ellos son capaces de lograr avances y conseguir ciertos niveles de independencia e interrelaciones sociales que variarán de acuerdo a la particularidades de cada uno.
Según los expertos, el autismo es un desorden del desarrollo del cerebro que compromete el funcionamiento global del niño y dificulta principalmente las áreas de la comunicación, la socialización y la conducta.
Aunque la incidencia en Cuba es notablemente baja, se han creado instituciones escolares en varias provincias del país para ofrecer atención especializada a menores, adolescentes y jóvenes con esta condición.
Imilla Campos, directora de la escuela Dora Alonso que acoge en la capital a infantes de dos a siete años, defendió que los autistas tienen derecho a ser incluidos, aceptados y ayudados por la sociedad.
La especialista en Pedagogía explicó a Prensa Latina que mientras más temprano comience la atención por parte del personal especializado, mayores son las posibilidades de concretar avances.
Campos agregó que las actividades realizadas en estas escuelas se dirigen a estimular el desarrollo de las partes del cerebro más afectadas, para lo cual trabajan con ayuda de ordenadores, utilizan la música como psicoterapia, hacen énfasis en la educación física y propician el juego y la interacción en parques infantiles.
Asimismo, organizan diversas actividades socioeducativas como visitas al Acuario, al Zoológico, a la Feria del Libro, e intercambios sistemáticos con niños de escuelas regulares.
"Esto es muy importante porque no solo nuestros alumnos aprenden a comportarse como parte de la sociedad, sino que la sociedad aprende a vivir con personas autistas", consideró Campos.
DE LA CASA A LA ESCUELA
Susana Aguilar es la madre de Brian, un adolescente autista de 15 años que asiste a la escuela Cheche Alfonso, a la cual van muchachos de ocho a 22 años.
"Yo me percaté de que mi hijo tenía algún trastorno desde muy temprano, a los ocho meses él iba a un círculo infantil de enseñanza general (guardería) y se manifestaba de manera muy diferente al resto de los niños de su edad", recordó.
Aguilar explicó aunque algunas personas le aconsejaban esperar, pues no todos los seres humanos tienen los mismos ritmos de progreso, ella notó que el tiempo pasaba y Brian cada vez se atrasaba más.
"Fue entonces cuando lo llevé con una logopeda, porque no hablaba, y ella enseguida me remitió con el psiquiatra, tras algunos exámenes le diagnosticaron el autismo", rememoró.
En aquella época todavía no existían las escuelas especializadas, por lo que el hijo de Susana permaneció en el círculo infantil.
"Ahora que ha pasado el tiempo y he aprendido, creo que eso más bien lo afectó, porque al estar entre tantos niños no podían darle la atención que él necesitaba y se fue aislando cada vez más", señaló.
Aguilar asegura que las cosas cambiaron cuando el niño entró en la escuela Dora Alonso y desde entonces ha conseguido muchos avances.
A pesar de no poder hablar, pues no tiene lenguaje verbal, explicó la madre, él ya sabe lo que quiere y busca la manera de trasmitirlo, Brian ya también hace cosas por sí solo, como ir al baño, comer y vestirse.
"Yo pongo mucho énfasis en su interacción social, lo saco a pasear y lo involucro en muchas actividades, también ha logrado mantener muy buenas relaciones con sus primos, con su familia, nos reconoce perfectamente a todos y sabe que nos quiere", comentó.
En este sentido, contó que recientemente, en una actividad de intercambio escolar, Brian se reencontró con su maestra de cuando era pequeño y enseguida la reconoció, fue hacia ella, la abrazó y besó y no se separó ni un momento.
"Él estaba feliz de verla porque la quiere mucho, pues sabe reconocer a las personas que lo tratan bien y lo ayudan", concluyó.
Por su parte, la maestra de Brian, Leidys Hernández, corroboró los avances del niño en los varios años que asistió a la escuela.
"Como maestros, lo principal para poder ayudarlos es estar muy sensibilizados y hacer todas las acciones en función de sus necesidades, ellos demandan de nosotros muchas cosas: cariño, dedicación y sobre todo paciencia", enfatizó.
La joven pedagoga añadió que no existe un ritmo habitual del desarrollo en niños con esta condición, pues lo que uno logra en un mes, a otro puede tomarle años.
Debemos saber qué necesita y puede lograr cada uno, señaló, y nuestra atención tiene que ser totalmente individualizada.
MÉDICO-ESCUELA-FAMILIA: LA TRIADA IMPRESCINDIBLE
Una clave para brindar a los niños la mejor atención posible es la integración entre los ámbitos médico, familiar y escolar.
De acuerdo con los expertos, estas áreas tienen que trabajar de manera cohesionada para obtener buenos resultados.
La psiquiatra Whilby explicó que en su caso, visita la escuela una vez a la semana para dar seguimiento a la evolución de sus pacientes e intercambiar directamente con el personal docente que los acompaña en el día a día.
Con respecto a la familia, apuntó que tras el diagnóstico del padecimiento, en un primer momento se enfrentan a un periodo de aceptación que suele ser complejo.
Pero una vez que lo superan, la generalidad de las familias se convierte en lo que llamamos potenciadoras, destacó, lo cual quiere decir que se integran al proceso educativo y siguen las recomendaciones especializadas tanto de los médicos como de los pedagogos.
"Hace falta que ellos participen en la vida de sus hijos, no solo para facilitar el aprendizaje de contenidos específicos desde el punto de vista cognitivo, sino para potenciar la mejora de las conductas dirigidas a enfrentar las diferentes situaciones que se presentan en el camino de niños con autismo", comentó.
Para la subdirectora de la escuela Dora Alonso, Ángela Rosado, lo más trascendente es que quienes rodean a los niños y jóvenes autistas, incluyendo a la sociedad, estén convencidos de que ellos pueden superarse a sí mismos.
"Es difícil, pero no imposible, muchos casos confirman cuánto se puede lograr, aquí tenemos a Julio, un autista que es nuestro jardinero: él es, por su condición, muy obsesivo, y de verdad que nadie limpia nuestro patio mejor que él".
wm/lmg/rcg
*Periodista de la Redacción Nacional de Prensa Latina
Fuente: Prensa Latina.
Para ver más: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=1292401&Itemid=1.
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